Vivimos en tiempos de pandemia. El coronavirus ha llegado a nuestras vidas parece que para quedarse. Así que debemos adaptarnos a las nuevas circunstancias con la que la naturaleza nos está desafiando.
Hablamos de una “nueva normalidad” pero la normalidad, por definición no puede ser nueva. Lo normal es lo habitual, lo rutinario, lo conocido. Sería más exacto hablar de una “nueva realidad” a la que tenemos que adaptarnos para incorporarla a nuestra vida cotidiana y poco a poco conseguir que se convierta en algo habitual, esto es, normal.
Lo nuevo, lo desconocido, genera incertidumbre, y esta falta de conocimiento y por tanto de control genera miedo.
Nos han dado las pautas de control, que por nuevas, nos extrañan, nos asustan e incluso nos disgustan. Se recomienda lavarse las manos, usar gel desinfectante, llevar guantes desechables, mascarillas, y lo que creo mas complicado, mantener una distancia social de seguridad. Somos un país social, de contacto, de reuniones, de juntarnos, y ahora parece casi imposible lograr mantener una distancia entre nosotros de 2 metros. La inercia nos lleva a saludarnos con dos besos, a darnos la mano, a acercarnos, a compartir, a salir en grupos… así lo hemos aprendido, así nos lo han enseñado y así nos gusta.
Sin embargo, si tenemos propósito de cambio, que lo tenemos, porque en ello va nuestra salud, generaremos nuevos hábitos y en un tiempo, ya si, lo nuevo será normal.
Veámoslo con un símil.
Cumplimos 18 años, somos mayores de edad y ya podemos conducir. Nuestro propósito es apuntarnos a la autoescuela y sacar el carnet de conducir. Primer día de clase. Emocionados y nerviosos. Concentrados. El profesor nos invita a sentarnos en el coche:
“Ajusta el asiento, por favor. Los retrovisores interior y exterior, el cinturón de seguridad. Los tres pedales, de izquierda a derecha, embrague, freno y acelerador. El cambio de marchas. La llave”.
Escuchas atentamente, concentrado en todo lo que el profesor te está explicando. Éste continua:
“Pon la marcha en punto muerto y gira la llave hacia la derecha. Pisa el embrague y mete la primera marcha. Suelta el embrague con el pie izquierdo y con el derecho acelera”
Y el coche empieza a moverse y nosotros nerviosos. Cuantas acciones tengo que llevar a cabo y prácticamente todas a la vez. Parecía tan fácil, pero no… y el profesor continúa:
“Gira a la derecha, intermitente, gira el volante lentamente, embrague, segunda marcha y acelera un poco. Frena, que ahí adelante hay un semáforo que se va a poner en rojo. Empieza a llover un poco. Pon el limpiaparabrisas, esa palanca de ahí”
Crees que no vas a ser capaz, hacer todas esas cosas a la vez… y el profesor sigue:
“Y mantén la distancia de seguridad con el resto de coches, por si el coche de delante frena para que tu tengas tiempo de reaccionar y frenar a tiempo, y no colisionar”
Te suena: distancia de seguridad.
Y tras una hora que si embrague, que si cambio de marcha, que si freno, todavía queda el momento de aparcar:
“se puede aparcar en paralelo a la acera o en batería. Hoy te lo explicare en paralelo a la acera…. «
El profesor prosigue con su explicación y tú tras numerosos intentos consigues dejar el coche aparcado. En paralelo a la acera. Te parece imposible que algún día consigas aparcar a la primera. Qué difícil.
Y así, vas recibiendo clases. Cada día mejor. Pero siempre concentrado y pendiente de todos y cada uno de los pasos necesarios: asiento, retrovisores, cinturón, marchas, pedales, intermitentes, luces, limpiaparabrisas, … eso en el interior del coche. Pero también está el exterior, todas esas señales, los semáforos, los pasos de cebra, los cruces, la carretera en general, el resto de los coches, la distancia de seguridad, la lluvia, el sol, numerosos obstáculos en los que nunca te habías percatado….
Y finalmente apruebas el examen y obtienes el carnet de conducir. Aun así, te espera un año de aprendizaje, con la L de learning. Durante ese primer año aun vas en tensión, no sueles aparcar a la primera, necesitas espacios más amplios de lo habitual y vas pendiente de todo lo que sucede dentro y fuera del coche.
Con la practica, todos esos pasos en los que inicialmente tenías que pensar, se van automatizando y empiezan a salir solos. Nuestro cerebro ya ha aprendido toda la secuencia y sale de forma automática. Entras en el coche, te pones el cinturón, enciendes la radio, hablas con el copiloto y buscas el mando del garaje, abres la puerta y te pones en marcha sin aparente complicación. Ya en la calle, obedeces las señales que en ocasiones ni eres consciente de ver, conduces de forma relajada, vas a la velocidad adecuada y mantienes la distancia de seguridad con el resto de los coches.
Lo que ha sucedido es que, en una parte de nuestro cerebro, concretamente una pequeña masa de su interior del tamaño de una nuez, conocida como ganglios basales, se ha almacenado este hábito para que se lleve a cabo de manera automática.
Nuestras rutinas (aproximadamente un 40% de todas las conductas que realizamos diariamente, comer, respirar, conducir, lavarse los dientes, asearse, …) se automatizan para dejar que el resto del cerebro pueda dedicarse a actividades más complejas. Esta eficiente forma de funcionar de nuestro cerebro nos permite adaptarnos a las circunstancias y realizar conductas que requieran de más energía y atención.
Volviendo a nuestra situación actual, y a nuestra nueva realidad, todo lo que hoy nos parece tan excepcional y complicado, si se mantiene en el tiempo, se acabará convirtiendo en un hábito y entonces si, se convertirá en una nueva normalidad. Nos acostumbraremos al uso de mascarillas, nos adaptaremos a ellas, no nos resultaran incómodas, ni nos llamará la atención que toda la gente las lleve puestas. Nos pondremos los guantes antes de salir de casa y ya no nos tocaremos la cara de forma compulsiva. Nos encontraremos con amigos y nos saludaremos con distancia, y ya no sentiremos el impulso de darle la mano o un abrazo. Y volveremos a salir y ya no escucharemos a los comensales de la mesa de al lado porque les tendremos a la distancia social de seguridad obligada. Las medidas de higiene que hoy nos parecen extremas nos resultarán básicas y las haremos de forma automática. Y de esta forma, con la práctica diaria, nuestros ganglios basales grabarán los nuevos hábitos para que la nueva realidad se convierta en una nueva normalidad.
Como dijo William James en 1892 “Toda nuestra vida, en cuanto a su forma definida, no es más que un conjunto de hábitos”
Qué buen post, efectivamente nos toca a todos acostumbrarnos a esta nueva realidad. Me ha gustado mucho la explicación de los ganglios basales y de cómo conducir es en realidad algo que llevamos a cabo de manera automática.
hola me llamo Sergio,me ha gustado tu análisis de esta situación que estamos viviendo,la cuestión creo es el aprendizaje aunque costara al principio y luego lo veremos normal
Muy interesante esta visión de adaptación a una nueva realidad. Sin duda, no queda otra. Y sin duda el ser humano tiene una gran capacidad para ello. Será una gran oportunidad para educar nuestros hábitos de prevención de este virus que ojalá podamos extrapolar a otros muchos buenos hábitos que deberiamos educar. Gracias por el enfoque positivo y esperanzador de tu artículo.
Interesantísimo artículo, explicado de forma clara y amena! Estoy impaciente por leer el siguiente!
Qué buena reflexión, no lo había visto así. Muchas gracias por el apoyo.
Muy buena comparacion. Tras leerlo se me hace mas facil pensar que seremos capaces de automatizar estas nuevas pautas en poco tiempo.
Muy interesante el símil utilizado para ayudarnos a afrontar con éxito la «nueva realidad».