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Trauma Complejo

La palabra Trauma deriva del vocablo griego τραῦμα que significa herida.

El diccionario de la lengua española define el trauma como:

  • 1. m. Choque emocional que produce un daño duradero en el inconsciente.
  • 2. m. Emoción o impresión negativa, fuerte y duradera.
  • 3. m. Med. Lesión duradera producida por un agente mecánico, generalmente externo.

A efectos de un trauma psicológico podemos resumir que consiste en un acontecimiento que produce un impacto emocional intenso y duradero.

El trauma psicológico es un acontecimiento estresante, que ha tenido lugar en un momento pasado de la vida de una persona, habitualmente en la infancia y que le ha causado un gran impacto emocional, sobrepasando los recursos para hacerle frente. Este impacto deja una profunda huella al sobrepasar el umbral de las emociones tolerables lo que hace que el recuerdo no se procese adecuadamente y quede grabado en la memoria de forma desintegrada y fragmentada. A partir de entonces, los esquemas mentales desarrollados internamente, no permitirán un desarrollo adaptativo y condicionarán la forma de pensar de un individuo y su forma de relacionarse con el entorno.

Acontecimientos traumáticos

Generalmente, asociamos un trauma con un acontecimiento abrumador que nos sobrepasa, así hablamos de un desastre natural o de una atrocidad cometida por algún ser humano sin alma. Sin embargo, son muchas más las experiencias que nos pueden resultar traumáticas, abusos, malos tratos, inanición, falta de afecto por parte de los progenitores, la pérdida de un amigo etc. Estos casos ocurridos de forma aislada no tienen porque alterarnos de forma significativa, sin embargo, cuando estos sucesos se convierten en algo cotidiano que ocurren un día tras otro, pueden provocar un trauma complejo que cause un daño intenso y genere emociones de indefensión y miedo en otras situaciones futuras. Percibimos que no tenemos el control de la situación, y nos sentimos amenazados.

Somos seres sociales por naturaleza, y eso tiene innumerables ventajas como especie para la supervivencia y la adaptación. Pero esta fortaleza también se puede convertir en una debilidad. De todas las situaciones que nos pueden generar un trauma, las que más nos afectan como ser humanos son los traumas relacionados con las personas, un abuso, un maltrato, una pérdida afectiva, la carencia de afecto, negligencia parental, bullying, etc.  Sentirnos seguros con las personas que nos rodean es un aspecto fundamental para disfrutar de una buena salud mental.

Esto es aún más dramático si la experiencia traumatizante ocurre durante nuestra infancia, nuestra etapa mas vulnerable. Cuando alguien que se supone nos debe proteger y proveer de afecto y seguridad, abusa de nosotros, nos maltrata, o nos abandona, dejará una herida que, si no la curamos bien, permanece abierta de por vida, afectando a nuestra integridad y a nuestro desarrollo personal. Afectará a nuestras emociones, nuestros sentimientos y también a la fisiología de nuestro cuerpo y sistema inmunológico.

Viviendo con un trauma

La falta de cariño, una disciplina excesivamente rígida, el no reconocimiento de los logros personales, padres ausentes o indiferentes, …, todas estas formas de interactuar marcarán la visión que un niño tendrá de sí mismo en el futuro. Crecerá pensando que no es importante, que no vale para nada, que no merece ser querido y que en cualquier momento le pueden abandonar, viviendo así en una constante sensación de amenaza. Cuando peligra la seguridad familiar, surgen sentimientos de ansiedad y miedo que nos acompañaran la mayor parte de nuestra vida. Se genera una indefensión aprendidahttps://epv-psicologia.es/indefension-aprendida/ y nuestra autoestima se debilita https://epv-psicologia.es/autoestima/.

Tener unas conexiones seguras con nuestros padres o cuidadores principales en fundamental para tener una base seguro desde que desarrollar una vida satisfactoria https://epv-psicologia.es/el-apego/

El trauma instala en el cerebro un sistema de alarma muy sensible que salta a la mínima, alertando de amenazas que en realidad no son tales. El cerebro se mantiene hipervigilante y responde a una situación actual inofensiva como si estuviera reviviendo de nuevo la situación traumatizante original. Este permanente estado de estrés resulta agotador y altera la capacidad de pensar y de reaccionar de forma funcional en un determinado contexto.

Respondiendo al trauma

Los sucesos traumáticos interpersonales son más habituales de lo que se cree en la población general y empiezan a formar parte de la experiencia humana habitual (por ejemplo, el maltrato o la violencia machista, ya no son vistos como hechos puntuales ni extraordinarios). 

Si los acontecimientos traumáticos, ocurren en el seno de la familia es fácil que se opte por mirar para otro lado y hacer “como si” no hubiera pasado nada y primar la lealtad familiar a nuestro bienestar. Los eventos se silencian y no tenemos la opción de compartirlo con nadie ni de otorgarle un significado adaptativo ni de regular las emociones. Esta conspiración del silencio es caldo de cultivo para el trauma y tarde o temprano acabará saliendo. Como dijo Freud” las emociones no expresadas nunca mueren, son enterradas vivas y salen más tarde de las peores formas”. Cuando no podemos resistirnos ni escapar (por ejemplo, en una situación de maltrato familiar), se produce una herida profunda y duradera que altera nuestras respuestas fisiológicas, nuestras emociones y cogniciones, y hasta los recuerdos.

Un mecanismo de defensa habitual en las personan que han vivido experiencias abrumadoras es el autoengaño. Se puede hablar y reconocer el suceso, pero minimizando sus consecuencias y considerándolo superado amparándose en una supuesta fuerza personal para sobreponerse a la adversidad. Podemos pensar que todo está superado, que es cosa del pasado, que no merece la pena darle más vueltas, que se ha dejado atrás, sin embargo, todos estos sucesos siguen influyendo en nuestro día a día. Mentirnos a nosotros mismos es una fuente importante de sufrimiento personal.

También puede ocurrir que la persona bloquee las emociones que le generan las experiencias adversas para evitar el dolor que le ocasionan.  Como ultimo recurso siempre está el escape psicológico. Si la realidad es demasiado dolorosa podemos entrar en un estado de disociación que nos permita distanciarnos del evento traumático y aislarlo de forma que no lo tengamos presente.

En cualquier caso, estos sucesos y experiencias que nos abruman quedan grabadas en la mente de las personas como modelos internos de referencia que, al no haber sido adecuadamente elaborados, no permiten asimilar adecuadamente las experiencias posteriores ocasionando en el futuro problemas en el funcionamiento diario, bien en forma de un problema mental (ansiedad, depresión, …) bien somatizándolo en un problema físico (dolor crónico, problemas digestivos, etc.).

Las situaciones que no se afrontan de forma adecuada no son bien procesadas mentalmente y quedan almacenadas de forma borrosa en la memoria, ocasionando una especie de niebla mental que no deja ver bien y que interfiere en la forma en la que interpretamos el mundo. Nuestras creencias quedan sesgadas por lo que sufrimos en el pasado ya que el aprendizaje pasado nos indica que el mundo es un lugar peligroso, lleno de amenazas de las que tenemos que escapar o que tenemos que evitar. Crecemos y el trauma nos acompaña permanentemente al no permitir integrar las nuevas experiencias de forma funcional y adaptativa. Vemos amenazas en cosas inocentes, nos ponen tristes cosas que no deberían, nos dan arrebatos de ira, nos irritamos sin querer, y en general actuamos de un modo no normalizado sin saber por qué. Hasta que tal vez un día, un acontecimiento vital precipite todo un torrente de recuerdos que desencadene algún problema psicológico que nos impida seguir avanzando con nuestra vida. 

Sanando el trauma

Para superar el trauma, la persona afectada deberá aprender que el peligro ya ha pasado, que en el momento actual no hay amenazas y que es hora de tomar conciencia del presente. Es necesario reconciliarse con la historia personal de cada uno para poder vivir en el presente con serenidad. 

Cuando el dolor derivado del trauma es demasiado fuerte para soportarlo de forma individual es aconsejable acudir a terapia y reconocer y soportar las experiencias traumáticas de la mano de un profesional formado en el tema.

Se debe realizar un abordaje integral de toda la historia del individuo y elaborar una narrativa coherente, conectando con las emociones que en su día fueron bloqueadas y le hicieron sentir una persona vulnerable. El desafío es que el paciente aprenda a soportar y controlar todas las emociones negativas que el trauma le genera.

En cada narrativa vital, debemos reintegrar y dar un sentido al trauma. Aprender a soportar el dolor interior que sentimos, aceptar las emociones en lugar de anularlas e identificar y reconocer los sentimientos internos y ponerles nombre es un primer paso en la recuperación. 

Es fundamental tomar conciencia de que en nuestro presente ya no hay peligro, de que estamos en un entorno de seguridad y permitir liberarnos de las ataduras del pasado. Si no vivimos de forma plena el presente seguiremos siendo prisioneros de lo ocurrido. Desde esta nueva perspectiva podemos reconstruir nuestra historia traumática, reprocesarla de nuevo y reintegrarla en el momento actual, en la nueva persona que ya somos. Este proceso, al igual que la herida que se esta curando, es doloroso. Pero una vez aceptado y curado queda reintegrado como parte de nuestro proceso de crecimiento y del adulto en el que nos hemos convertido. Adulto que habrá ayudado a su niño interior a no experimentar mas dolor.

Como en su día dijo Carl Rogers: “la curiosa paradoja es que cuando me acepto a mí mismo, puedo cambiar”. Es importante aceptar nuestra historia personal, descubrir la herida infectada que hemos estado tapando, para que le de el aire, y pueda curar. Con el tiempo cicatrizará, el dolor desaparecerá y la cicatriz quedará integrada como una parte de nosotros. Esta ahí, pero ya no duele. 

Habra personas que con una nueva narrativa podrán avanzar y sin embargo otras necesitaran técnicas más concretas para tolerar el dolor generado. Pero siempre hay esperanza para el reencuentro con uno mismo, para la reconexiones de las estructuras mentales alteradas y para vivir una vida plena y satisfactoria.

Para avanzar en el trauma es importante hablar de ello, pensar en ello, e incluso soñarlo.

Si necesitas compartir tu experiencia no dudes en contactar conmigo. Justos podemos reescribir tu biografía.

Biografía

  • Bessel van der Kolk, M.D.  (2015). El cuerpo lleva la cuenta. Cerebro, mente y cuerpo en la superación del trauma. Barcelona, Editorial eleftheria
  • González, A. (2017). No soy yo: Entendiendo el trauma complejo, el apego, y la disociación. Editoral Anabel González

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