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Un vestido para Lilian (Un cuento sobre parejas tóxicas)

Un cuento sobre parejas tóxicas

Lilian era una princesa, muy especial. 

No era una princesa como las de los cuentos clásicos como la Cenicienta o la Bella Durmiente, que sólo piensan en estar bonitas, en tener los vestidos más preciosos, encontrar a un príncipe que les jure fidelidad y amor eterno y vivir felizmente en un bonito castillo con una vida resuelta. 

No, Lilian no era así.  Lilian quería ser importante por ella misma. 

Ella quería tener una profesión dentro de su reino con la que ser una mujer independiente y libre. Quería saber mucho sobre la naturaleza y los animales, y poder realizar bien algún trabajo con ese conocimiento. 

A Lilian le encantaba montar a caballo. Era una de sus pasiones. Cuando cumplió 15 años sus padres le regalaron su primer vestido para montar caballos adultos. Necesitaba un vestido especial porque los caballos de su reino eran caballos muy particulares. Eran caballos que siendo potros se podían montar con silla de montar pero que, al hacerse adultos, cuando ya maduraban del todo, mudaban la piel y adquirían una piel dura, robusta, pero muy sensible al mismo tiempo, incompatible con el tacto del cuero. 

La piel de estos caballos sólo podía entrar en contacto con la seda y por lo tanto de seda debían ir vestidos los jinetes, para que la presión ejercida por su cuerpo contra los caballos fuera soportada por éstos y aceptaran llevarlos. 

Cuando llego el día de su 15 cumpleaños, Lilian, nada más levantarse, vio un vestido colgado del armario de su dormitorio. No se lo podía creer, ese vestido significaba que su padre y su madre ya le consideraban una persona que dominaba la equitación y podía montar caballos adultos. Ya era una jinete de verdad. Y eso la hacía sentir orgullosa y feliz. 

Su vestido le pareció el vestido mas bonito que había visto jamás. Era un vestido tal y como lo había soñado. Era su vestido. Así que estaba tardando en usarlo. Se quitó el pijama deprisa, se puso su vestido lo más rápido que pudo y se marchó corriendo escaleras abajo a buscar a sus padres que estaban desayunando en la cocina. 

Mientras bajaba, al pasar por delante de uno de los espejos del castillo, vio la imagen de una Lilian radiante que sentía haber encontrado lo que más quería y que llevaba buscando toda su vida: ¡ese vestido! ningún otro, precisamente ese exacto vestido. 

Eufórica entró a la cocina. “¡Papá, mamá! Me habéis hecho el mejor regalo de mi vida, es el mejor vestido del mundo, me hace sentir genial mejor de lo que nunca me había sentido, me va a permitir cumplir muchos sueños y, además, es tan bonito… Millones de gracias, mamá y papá.” 

“Lilian no tienes que darnos las gracias a nosotros. El mérito de tener este vestido es tuyo, eres tú la que lo ha conseguido al esforzarte tanto en los entrenamientos de monta”. 

Pero poco duró la alegría de Lilian porque a los tres meses de tener el vestido y de usarlo, éste se empezó a deshilachar. 

Una mañana al ponérselo se dio cuenta de que su vestido se estaba deshaciendo. Horrorizada fue a hablar con su madre. “Mamá, mira lo que le está pasando a mi vestido, hay partes de él en las que los hilos se están separando, como si se fuera a romper”. 

Su madre asombrada quiso ver qué le sucedía al vestido. “¿A ver hija? Tras mirarlo meticulosamente quedó horrorizada, todo indicaba que ese vestido les había engañado. Cuando lo vieron expuesto en la tienda parecía de gran calidad, pero en realidad era un vestido malo y tosco, precioso en apariencia, pero malo y tosco. Algo, que, por otra parte, sólo podía desvelarse con su uso. 

“Efectivamente, Lilian, tu vestido se está rompiendo. Me da la sensación de que este vestido no es tan bueno como tu padre y yo pensamos cuando lo escogimos” 

“¡No!, qué dices mamá, este es el mejor vestido del reino, no hay ninguno mejor que él, es sólo que se ha estropeado un poco”. 

Al ver la negativa de su hija a aceptar la realidad de su vestido, suavizó un poco su posicionamiento con la intención de que su hija fuera siendo capaz de aceptar la realidad a un ritmo tolerable para ella”. 

“Bueno cariño, lo que puedes hacer es intentar remendarlo un poco por las zonas que están raídas a ver si con esto aguanta un poco más”. 

“Claro que va a aguantar, sólo tengo que reforzarlo un poco y aguantará porque es el mejor vestido del reino” 

Lilian pasó toda la tarde cosiendo. Con horas de trabajo y con gran esfuerzo, volvió a dejar el vestido prácticamente como estaba el primer día. 

Al día siguiente fue a clase de equitación y le contó su problema con el vestido a su profesor. “Se me empezó a romper mi maravilloso vestido, pero mira lo he arreglado”.

¿Cómo es posible que se te esté rompiendo semejante maravilla de vestido, Lilian?”. -le preguntó asombrado su profesor. “No doy crédito a que esto haya pasado, esto debes haberlo causado tú al no cuidar suficientemente bien el vestido o al no montar aún tan bien cómo tú te creías”. “Debes esforzarte más en cuidarlo y en montar de un modo más diligente.” – sentenció su severo profesor. 

Aquella tarde Lilian regresó abatida a casa, sus padres le vieron en el rostro una tristeza profunda que nunca habían visto en su hija. 

Cuando se fue a dormir colocó el vestido lo más cuidadosamente que pudo en el armario y se metió en la cama rendida. 

A la mañana siguiente, nada más levantarse, fue a mirar su vestido. Se le heló el corazón al descubrir que se había vuelto a romper, las zonas que había remendado, hacía sólo un día, se habían deshecho y había pequeñas grietas nuevas en otras partes del vestido que el día anterior estaban bien. 

Lilian pasó todo el día angustiada y agobiada, con la imagen de su vestido roto sin parar de rondarle por la cabeza. No se concentró en las clases, no disfrutó en los ratos libres con sus compañeros, sólo pensaba una y otra vez en cómo poder arreglar de nuevo su vestido. También le venían una y otra vez a la mente las palabras de su profesor, “el vestido se ha roto por culpa tuya, por no haberlo tratado bien, por no saber montar suficientemente bien”. No pararía hasta arreglar del todo aquello que había estropeado. Recuperar su sueño estaba en sus manos. 

Esa tarde regresó rápido a casa, declinó los insistentes ofrecimientos de sus amigas y amigos para salir, dar una vuelta y pasarlo bien. “Pero Lilian, ¿cómo vas a quedarte encerrada en casa con la tarde tan estupenda que hace?, vamos a ir a bañarnos todos juntos al rio, no puedes negarte”. “Si, si puedo, tengo cosas más importantes que hacer”. 

Y así Lilian se marchó rápido a casa y pasó toda la tarde de nuevo cosiendo su vestido. Cenó deprisa y siguió cosiendo por la noche. A las doce de la noche su madre llamó a su puerta y con suavidad entró en la habitación. 

“¿Lilian qué haces aún despierta a estas horas?”- le preguntó intrigada. “Nada mamá, sólo estaba leyendo un rato”. -le respondió́ escondiendo el vestido tras de sí. Pero su madre alcanzó a ver las tiras con las que su vestido se ataba a la espalda dándose cuenta de lo que verdaderamente estaba haciendo. “Bueno cariño, pues es hora de dejar de leer y dormir, por favor apaga la luz que mañana te va a costar un mundo despertarte y estar bien en clase.” 

A pesar de la insistencia en su cuidado, el vestido de Lilian no aguantaba, cada vez que volvía a usarlo, el vestido se deshacía. 

Cuando Lilian llevaba un mes en esta situación, su madre decidió ayudarle a poner fin a la misma. 

Una de las noches en las que Lilian estaba dedicada a reforzar su vestido, su madre volvió a entrar en la habitación. 

“Lilian, qué haces que no duermes”. “Nada mamá, leo”. 

“Lilian, cariño, sé perfectamente que no estás leyendo, que estás cosiendo tu vestido, por qué no me cuentas qué te pasa”. 

“Mamá el vestido se empezó a romper y a estropear por mi culpa, por no tratarlo suficientemente bien, por tanto, soy yo la responsable de que esté bien, de que vuelva a ser como era al principio. Me siento tan mal por haberlo estropeado, además este vestido es lo más importante para mí, sin él no voy a volver a estar bien”. 

“Cariño, me temo que estás muy confundida, esto no es así como tú lo estás pensando”. 

“Sí, mamá, es así, además el profesor de equitación también lo cree, él me ha dicho que el vestido se rompió́ por no saber montar lo suficientemente bien”. 

“Lilian, eso es una tontería, es una estupidez y es falso, tu profesor está muy equivocado, cielo”. “Entiendo tu punto de vista hija, entiendo que por cómo ha sido todo lo relacionado con este vestido pienses así, pero déjame que te explique qué es lo que verdaderamente está pasando y cómo tu profesor no tiene nada, absolutamente nada de razón”. 

“Lilian, cariño, este vestido es malo, es de mala calidad, si fuera de calidad no se hubiera empezado a deshacer a los seis meses de usarlo, independientemente de cómo hayas montado con él. Además, tú montas muy bien, has montado perfectamente con él, no ha sido por ti. Ha sido porque este vestido es malo, papá y yo nos equivocamos cuando lo compramos, nos engañó con sus apariencias. Este vestido no ha resultado ser lo que parecía, no es más que eso y no pasa nada”. 

“Sí pasa mamá, este vestido es lo más importante para mí”. 

“No, Lilian, lo más importante para ti es montar a caballo, es disfrutar de lo que te gusta, es tu bienestar, lo más importante para ti eres tú misma, no te olvides de esto. Cuando viste este vestido te pusiste tan feliz por lo que significaba que sentiste que el vestido era lo más importante y te lo creíste, pero eso es una confusión, nunca habrá́ en la vida nada más importante que tú misma. Vestidos hay muchos y tú sólo te puedes conformar con uno que sea de suficiente calidad, que verdaderamente sea lo que parece. Lilian llevas un mes sin salir con tus amigos y amigas, perdiéndote muchas experiencias maravillosas con ellos, has bajado las notas en todas las asignaturas y te pasas horas y horas trabajando y sufriendo en algo inútil, porque ese vestido es de mala calidad y no va a parar de romperse una y otra vez hagas tú lo que hagas. Eso va a pasar por cómo es el vestido Lilian, que es de mala calidad. Y ahora, ¿sabes lo que vamos a hacer para que salgas de estos errores? vamos a guardar este vestido en el trastero del castillo, vamos a apuntarte a clases de equitación en el reino de al lado donde se puede montar sin estos vestidos porque los caballos son diferentes y más adelante cuando te apetezca, si te apetece, compraremos un vestido nuevo” 

Lilian sintió tanto cariño en las palabras de su madre, que aún sin creerla mucho le hizo caso. Y comprobó que era cierto lo que le dijo y que ella había sido presa de dos fuertes errores. 

Comprobó que lo que era lo más importante para ella no era efectivamente el vestido, sino montar a caballo, lo que le daba la felicidad era montar a caballo, no tener ese vestido precioso. Montó muchos caballos de otros reinos y así lo sintió. Y se dio cuenta, también, de que también encontraba mucha felicidad en salir con sus amigos, en estudiar y aprender, tanta, que no volvería a renunciar a ella por coser un vestido. 

Fundamentalmente, comprobó que no merece la pena remendar y remendar algo que se va a seguir rompiendo una y otra vez. Aprendió que cuando un vestido nos demuestra que es de mala calidad y se rompe, lo mejor es quedarse con los recuerdos de lo bien que nos sentimos mientras el vestido estuvo bien y, después, adquirir otro, total el mundo está lleno de vestidos, ¿por qué encadenarse a uno malo? 

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